LO PRINCIPAL DE LA FE
Lo Principal de la Fe
Christopher B. Harbin
Josué 3:7-17; Sl 107:1-7, 33-37; Mateo 23:1-12; 1Ts 2:9-13
Hemos escuchado definiciones de lo principal. En la política democrática, es el resultado final después del día de elecciones. En el sistema judicial, es el pronunciamiento del juez después de todo proceso de apelo. En los deportes, es el resultado final, o el título de la Copa. Quizás más seguido es una frase financiera del saldo después de todo ingreso, gasto y pierda. Es el producto final, el provecho para el cual uno planea, anhela y trabaja. En la Cristiandad, somos tentados a pensar de lo principal como el destino donde pasaremos la eternidad. Lo principal de la fe ¿no debería ser más que un destino?
Estamos enmarados en los pleitos finales de una carera, debate y campaña política. Se nos dejan pensar que el Martes, o Miércoles, o a lo menos hasta el final de la semana todo se terminará. En los recesos de la mente, sabemos de la posibilidad de acciones jurídicas referentes a irregularidades de votación, fraudes, y la amenaza de recontagies de votos. Por lo menos estamos segures de que habrá un nuevo presidente hasta en 20 de enero.
Eso es lo principal, ¿no? O ¿puede ser no más el comienzo? Sabemos que las elecciones son más que una lista de personajes tomando cargo político. Tiene a ver con la aplicación y definición de leyes, políticas y administración por el futuro prójimo. Al final del día de elecciones, tendrá apenas empezado. Habrá gabinetes y ministros a indicar, funcionarios a seleccionar, políticas a formular, inspeccionar, implementar, y asuntos a encarar en los días, semanas, y años a frente. Lo principal no será los resultados del día de elecciones. Será el juzgamiento de historiadores a cincuenta años de hoy que determinará el resultado principal de las elecciones del martes.
Es sencillo quedarnos enmarados en una campaña electoral. Para muchos, la fe también se queda enmarañada el la lista específica de candidatos ...
Christopher B. Harbin
Josué 3:7-17; Sl 107:1-7, 33-37; Mateo 23:1-12; 1Ts 2:9-13
Hemos escuchado definiciones de lo principal. En la política democrática, es el resultado final después del día de elecciones. En el sistema judicial, es el pronunciamiento del juez después de todo proceso de apelo. En los deportes, es el resultado final, o el título de la Copa. Quizás más seguido es una frase financiera del saldo después de todo ingreso, gasto y pierda. Es el producto final, el provecho para el cual uno planea, anhela y trabaja. En la Cristiandad, somos tentados a pensar de lo principal como el destino donde pasaremos la eternidad. Lo principal de la fe ¿no debería ser más que un destino?
Estamos enmarados en los pleitos finales de una carera, debate y campaña política. Se nos dejan pensar que el Martes, o Miércoles, o a lo menos hasta el final de la semana todo se terminará. En los recesos de la mente, sabemos de la posibilidad de acciones jurídicas referentes a irregularidades de votación, fraudes, y la amenaza de recontagies de votos. Por lo menos estamos segures de que habrá un nuevo presidente hasta en 20 de enero.
Eso es lo principal, ¿no? O ¿puede ser no más el comienzo? Sabemos que las elecciones son más que una lista de personajes tomando cargo político. Tiene a ver con la aplicación y definición de leyes, políticas y administración por el futuro prójimo. Al final del día de elecciones, tendrá apenas empezado. Habrá gabinetes y ministros a indicar, funcionarios a seleccionar, políticas a formular, inspeccionar, implementar, y asuntos a encarar en los días, semanas, y años a frente. Lo principal no será los resultados del día de elecciones. Será el juzgamiento de historiadores a cincuenta años de hoy que determinará el resultado principal de las elecciones del martes.
Es sencillo quedarnos enmarados en una campaña electoral. Para muchos, la fe también se queda enmarañada el la lista específica de candidatos ...
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